3.1.08

Resistencia, una visión de la edición independiente en España*

Daniel Fragoso Torres


En la primera década del siglo XXI el mundo editorial en idioma español sigue su imbatible camino de transformaciones. En el centro de la globalización y con la devaluación ideológica del libro como producto de consumo cultural, para los nuevos productores editoriales, la edición independiente se presenta como un acto de resistencia al presente, convirtiéndose en “una aventura que desde hace más de un lustro no está resultando tan descabellada como podría suponerse, aunque en 2005 novecientas editoriales no publicaron nada. La selección de obras de los nuevos editores —entre 12 y 20 al año por cada uno— se reduce a una minoría —vender 2000 ejemplares ya es todo un éxito— y su intensa labor —la mayoría trabajan solos con colaboración externa— ha sido recompensada por el resto del sector” que los mantiene en las librerías, como publicaba Elisa Silió en el diario español El País.

Del exilio a la voracidad del mercado

Después de la Guerra Civil, España partía de unos niveles muy bajos: el mundo de la edición creado en la república había desaparecido y muchos de sus protagonistas tuvieron que exiliarse en América, donde crearon importantes casas editoriales (en México: Mortíz, Siles, el origen de ERA y el inicio del FCE; en Argentina: Sudamericana, Edasa y EMCE). Mientras el crecimiento editorial se ubicaba en estos países, en España se partía de dos ejes: la desaparición de los protagonistas de la edición y el peso feroz de la censura.

Para Rafael Martínez Alés, editor desde hace más de cuarenta años y una de las piezas fundamentales de Alianza en las décadas pasadas, la edición en España ha avanzado desde que, en sus inicios “la demanda era muy grande y todo se podía editar. Los problemas de la industria editorial no eran de marketing ni de promoción; sino de editar, de asumir riesgos políticos”. Después del franquismo, con la promulgación de la constitución se dieron cambios que renovaron a las grandes editoriales. Las casas históricas prácticamente dejaron de existir, fueron sustituidas o compradas por los grandes grupos, o bien, se desviaron de su proyecto original. Para finales de los años sesenta y principios de los setenta surgieron proyectos editoriales independientes, representantes de una creciente clase media (Anagrama, Tusquets, Lumen), consiguiendo con éxito colocarse a mediados de los años ochenta como la opción editorial; fue en esta década cuando realmente se comenzaron a publicar autores y títulos con gran repercusión: las traducciones de la beatnik generation, un resurgimiento por el interés del pensamiento de Camus, Sartre, etc. En esos años la edición española pasa de editar cinco mil títulos a ochenta mil al año. De igual forma, la presencia en América se va transformando. Al principio se envían vendedores que llevan productos terminados y con el tiempo las editoriales se instalan en el continente para comenzar a producir desde ahí; adaptándose a la realidad de cada país. Entre los ejemplos más notables se encuentra el sentamiento de Alfaguara con filiales en México, Colombia, y Argentina; y el impulso a la narrativa hispánica que desde México realizan Tusquets y Anagrama.

Según un estudio publicado por el Centro Regional para el fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERCLAC), en términos de intercambio económico y cultural la industria editorial en Iberoamérica ha sido el mejor ejemplo de la potencialidad de la región. Los flujos comerciales de bienes y servicios editoriales, acompañados por decididas políticas de libre circulación, han vitalizado las balanzas de todos los países. El conocimiento universal científico y literario a través de las traducciones y el intercambio comercial han estado presentes en las librerías del continente. La diversidad cultural Iberoamericana ha encontrado en ese espacio común, formas de distribución de los bienes que la rodean.

La apuesta: los editores independientes

En un medio cada vez más orientado a monopolizar el mercado, con una producción desmedida de novedades —según los últimos datos conocidos 3,400 sellos publicaron 77,000 títulos en el año 2005— y las dificultades de la distribución. La perspectiva de los editores independientes es diversa, tal y como lo señala el editor de Páginas de Espuma, Juan Casamayor: “ante la concentración de grandes monopolios y el desequilibro en la rotación de novedades, con el desmedido aumento de los índices de devolución. La perspectiva de futuro de la edición independiente pasa por intentar mantener y salvaguardar los equilibrios y las interdependencias del ecosistema del libro, especialmente importantes, por ejemplo, el precio fijo de los libros o la salud de las redes de librerías”.

Y es que si bien es cierto que la realidad del consumismo impera en las mesas de novedades, también es cierto que las actitudes del mercado editorial ibérico van un paso atrás de las del resto de Europa, como lo señala Julián Rodríguez, editor de Periférica: “existen hoy distribuidores en España que entienden lo que en Francia llaman ‘microedición’, o edición a cargo de los pequeños editores, puede ser entendida por su parte como un I+D para el futuro: investigación más desarrollo... En el futuro, piensan estas distribuidoras, los pequeños editores de hoy podrían ser grandes editores... Esto, en realidad, no ha de importarnos (quiero decir lo que creen los distribuidores respecto al futuro), pero nos sentimos satisfechos de haber encontrado un buen distribuidor, un distribuidor, digamos, literario, que cree en nuestro proyecto y sabe ‘explicar’ nuestros libros, por muy difíciles que sean”

Manuel Borrás de la editorial pre-textos asevera que “el mejor libro que puede crear un editor es su catálogo”, frase por demás erudita entre quienes forman hoy la baraja de posibilidades de la escena del libro. En coincidencia con él, el propio Juan Casamayor apunta que “la edición independiente se define por su vocación de fondo y construcción de catálogo, dotándole a éste de vitalidad permanente, coherencia y política de autor”.

Sobre estas aseveraciones Julián Rodríguez abunda en que “el catálogo de una editorial es su principal y único valor; su energía y su aval. Da igual el nombre, da igual el lugar o país desde el que edites, da igual tu ‘poder’ mediático o económico: para juzgar a una editorial lo único que hemos de recorrer son las líneas (los nombres propios, tanto los ‘sonantes’ como los poco ‘sonantes’ o asonantes) de su catálogo. Y, sobre todo, la conjunción entre todos esos nombres. A todo esto algunos lo llaman ‘perfil’: el perfil de un rostro llamado editorial”.

Llama la atención que estas mismas directrices de creación de un catálogo de fondo no se desarrollen por completo en la escena editorial mexicana. A pesar de que en el año 2005 México ocupó el quinto lugar de registros de libros en agencias ISBN de Iberoamérica con un total de 1,520 títulos. Esta cifra es inferior a la asentada por España, quién ocupa el segundo sitio del mismo ranking con 3,396 registros.

Para Martínez Alés el problema editorial de México es “crónico, histórico, porque casi no hay librerías. No hay librerías en los términos comparativos internacionalmente, si la ratio de librería por cada cien mil habitantes es de una unidad, en México es la mitad. No existen librerías de fondo, y este es un problema estructural que tiene una difícil solución”.

Un caso de crecimiento a la inversa

Santiago Tobón Escobar es el encargado de dirigir sexto piso España, editor de origen colombiano del sello de narrativa Babilonia, conoció al editor mexicano Eduardo Rabasa en Londres en el marco de una feria que apoya a jóvenes editores de países con economía en vías de desarrollo. Ambos, al intercambiar ideas coincidieron en la inquietud de ampliar el campo de acción de la casa mexicana hacía Europa.

Así, después de mucho trabajo de planeación, en octubre de 2005, realizaron el acto de presentación en la Feria de Liber. Publicando Los aforismos de Kafka como primer libro formalmente establecido en España.

Para Tobón Escobar, el estar editando desde el país ibérico ha sido: “comprobar muchas cosas que se saben o se hablan. Aquí existe mucha más competencia. También es cierto lo que se tiende a pensar sobre la sobreoferta del mercado editorial, eso mismo se ha traducido en la profesionalización y la especialización de los catálogos de los editores que van surgiendo. En Latinoamérica estamos acostumbrados a otro tipo de modelos un poco menos complejos. Por ejemplo, algo que es notorio es el tema de la distribución; en América observamos cómo muchas editoriales llevan su distribución ellos mismos, o con un sólo distribuidor. En España, en cambio, nos encontramos con que existe un distribuidor por región. Se da el caso de tener once o doce distribuidores”.

Para este editor: “la lógica de asentar una casa en España la defiende el mismo proyecto mexicano, que desde sus inicios se concibió como una editorial de carácter universal. Muy enfocado a hacer traducciones y esto defiende el proyecto en cualquier sitio, porque no tiene tanto color local. En esa medida el tipo de autores y títulos editados deben tener lectores de cualquier país y de cualquier idioma”. Así, para este proyecto “las diferencias entre la edición México y la edición España nos han llevado a estar en un proceso permanente de discusión y análisis del lenguaje”.

Al referirse al trabajo de traducción, Tobón se pronuncia por: “defender las particularidades de las traducciones mexicanas, a pesar que en ciertos casos no funcionan. Ya que no es lo mismo la traducción de una novela que de un ensayo académico; suele pasar que en el ensayo no tenemos ningún problema de acogida por el lector español, en ese caso la traducción vale. Solemos tener inconvenientes con narrativa, sobre todo en los casos en que se utiliza mucho argot. Ahí cambian los registros, entonces lo que intentamos hacer no es neutralizar la traducción, sino adaptarla en los casos en que la estructura de la frase puede llevar al error. Pero también queremos seguir el paso de las traducciones dónde se realicen, porque incluso antes de que viniéramos a España se habían encargado traducciones a algunos españoles, ya sea porque dominaban el tema o porque ya habían realizado traducido a ese mismo autor y considerábamos que era la persona idónea. Y pues hay que darle la misma validez, es decir, así como se le encarga una traducción a un español también podemos encargársela a un mexicano o a cualquier latinoamericano en general”.

451, reescribir a los clásicos y editar otras voces

¡Profanación!, murmuran unos. ¡No son intocables!, se alegran otros. O ¿acaso hay algún impedimento para meter mano en las obras clásicas? “Son textos que no han sido recogidos en ningún momento de una forma que pudiéramos llamar pura. Todos surgen de algún modo de la inspiración de otros. Los escritores siempre están mirando al legado literario” recuerda Javier Azpeitia, responsable de la nueva 451 Editores. Empresa que ha creado una gran expectativa en el mercado español por la calidad de los materiales con los que producen sus libros, la apuesta por autores jóvenes, así como por la osadía de crear entre sus líneas editoriales, una colección (451.Re:) dedicada exclusivamente a la reescritura de obras clásicas de la literatura.

La misión 451.Re:, en la que se han involucrado por ahora unos treinta escritores bajo la consigna: libertad absoluta, gira sobre una estrategia: que varios autores se enfrenten a un mismo libro y lo actualicen, lo adapten o lo reescriban. La intención, según Azpeitia, es acercar los clásicos a la gente que los ve como algo antiguo o pesado, y hacerlos accesibles. Los editores de este naciente proyecto pretenden que un libro lleve a otro: para que quienes no hayan leído el clásico, puedan tomar de pretexto las nuevas versiones y lean el libro. Y para quienes ya conocen el texto descubran otra visión más contemporánea del mismo.

451 se ha constituido así en un proyecto que aglutina en sus colecciones (narrativa, 451.http//, ensayo, 451.zip, novela gráfica, 451.jpeg y remakes, 451. Re:) a un significativo segmento de los escritores españoles del presente siglo, entre ellos se encuentran: Rafael Reig, Juan Bonilla, Elia Barceló, Fernando Marías, Luisgé Martín, Antonio Orejudo, José Carlos Somoza. A la vez que se ha preocupado por trascender fronteras publicando autores de otras nacionalidades: Yevgueni Grishkovets, Stephen Leacock, del continente europeo, y Thornton Wilder, Goran Tocilovac y Diego José del continente americano, por mencionar algunos.

Resistencia=independencia.

El mundo de la edición literaria en idioma español se encuentra ahora en un huracán de competitividad de mercado. Ante los grandes grupos editoriales la respuesta de los editores independientes es la calidad, la creación de catálogos de fondo, el perfeccionamiento en las traducciones y el cuidado de las ediciones. A partir de estos elementos, las editoriales independientes se presentan en las librerías como ejemplos combativos de resistencia a un mundo cada vez más ensimismado en la inmediatez como basamento del intelecto.

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*Publicado en el pasado mes de diciembre en la revista “La palanca 1934”