1.10.07

¡!

este texto apareció originalmente el miércoles 26 de Septiembre en mi columna "El puerto de Llanes", del diario "Plaza Juárez".


¿Para qué escribir?

Para Aidée Cervantes Chapa

“El ochenta por ciento de los que publican hoy día en los medios desconocen el uso correcto de los elementos de los géneros periodísticos”, esta frase que me dijo el poeta colombiano Darío Jaramillo, cuando fui su alumno en el taller de poesía de la Residencia de Estudiantes de Madrid, no ha dejado de hacer eco en mi cabeza durante los últimos meses; está frase junto con un artículo del diario El País, en el que Manuel Vicent recordaba la principal premisa sobre la que ha girado el periódico londinense The Times, haciendo referencia a que “ninguna noticia es tan importante como para alterar el desayuno de nuestros lectores”. Son citas, que por banales o superficiales que parezcan, han servido para que en los últimos 200 años los acontecimientos más trascendentes de la humanidad convivan en la mesa del desayuno. Logrando, quizá, que este mundo por muy descuartizado que se nos presente siga caminando.

No sé porque razón, pero en ocasiones la devaluación del lenguaje nos da el poder de minimizar lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. Tal vez porque las noticias se han convertido en simples anuncios de palabras que ofrecen otro tipo de mercancías para el siempre voraz consumidor. Entonces dilapidamos lo mismo una primera plana que nos habla de una catástrofe natural, que una que nos otorga los últimos detalles del asesinato de alguien ó un atentado terrorista. Empero, la velocidad en la que se ha hundido el ser humano le ha desarrollado una insensibilidad que lo conduce a tomar un diario con lamisma saña de quien compra un arma.

Las columnas de opinión, los articulistas, los reportajes, las noticias buscan el blanco fácil. La nota alarmante, la fugacidad. Pareciera que no existiese un tiempo que conduzca a una sola frase que otorgue un atisbo de reflexión. Pareciera que todas las palabras se marcharan con fecha de caducidad para diluirse en el enorme océano de los sonidos del día. Pareciera que a los redactores se les pagara para violar la intimidad, escribir afirmaciones sobre juicios de valor y después desentenderse de lo verdaderamente importante: la información.

Quizá la razón no sea el mejor medio, pero sin duda es lo que nos diferencia de los animales. Tal vez sería tiempo de que los periodistas se sentaran a hacer su trabajo preocupándose por el valor, la trascendencia y la utilidad de la información y no por la fugacidad de la misma; sino es así, ¿para qué escribir?