12.11.06

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Ser o no un personaje

Narrar lo que le ocurre a un inmigrante no es un asunto que esté implícito en la cosmogonía de cualquier persona. Y menos en momentos como este, en el que los datos oficiales y la locura colectiva han descatalogado a este problema del orden de importancia de la agenda política en turno.

De un tiempo a la fecha la inmigración se ha convertido en un sencillo caldo de cultivo para las complicidades emocionales más baratas (es decir, por la naturaleza de las condiciones infrahumanas a las que se enfrentan los emigrantes, es sencillo adquirir un personaje que reúna las características de mártir) las cuales siempre terminan en un destino de lamentación lastimero que lleva al protagonista de la saga a crear moradas en vez de buscar raíces. Como ya lo afirmaba el escritor Josep Ramoneda “ Las raíces son exclusivas y excluyentes. La morada es el reconocimiento de que nunca habitamos un lugar que no haya sido habitado por otros.

Es innegable afirmar que en la campiña global está emergiendo un sistema de dominación fundado sobre lo étnico, termino perfectamente explicado por Arjun Appadurai al aseverar que “el Estado-nación ha sido reducido a la ficción de su etnos como el mejor recurso cultural a partir del cual ejercer la dominación”.

Al reflexionar sobre estos pensamientos podemos acercarnos a la determinación de que si la civilización es un concepto identitario determinado por la creencia, los colores de piel, la intolerancia y la discriminación, son artilugios creados por el hombre para denostar su constante evolución de vacío existencial, el cual es alimentado por la antipatía de ser o no un personaje de una historia que no es digna de contarse. Sin duda alguna el hombre ha querido conquistar al mundo y en ese largo recorrido se ha olvidado de tratar de comprenderlo.