6.6.07

El camino no tiene principio


El futuro es algo que nos ha alcanzado muy pronto. O por lo menos, es algo que se siente en los poros de la piel. El futuro es un presente que no tardará mucho en marcharse. Es una isla que sitiada por el mar de nuestra existencia contempla los tsunamis de nuestros actos. El futuro es un teléfono timbrando, un mensaje no leído en la bandeja de entrada, o algo más que nunca se alcanzará a entender por completo.

Al pensar en esto no queda más que regresar a las palabras del poeta árabe Adonis: …Dice que lo ignorado robó su corazón y su corazón se transforma en una puerta, y sus venas en galerías donde acude una savia que fluye del pozo del enigma: puntos de luz que escapan de las cenizas, destellos de agua, gotas, espejos que se multiplican y penetran fecundando de imágenes como filamentos sutiles, sus cabellos que se esparcen en el horizonte.


El poeta dice que el camino no tiene principio, mas su andadura recorre el día y la noche, y la noche, y mas allá, para beber el agua negra que enciende el poema -un murmullo, unas palabras-, pero no deja ver sus ojos. Cruza el círculo abisal, los arcos del alcance inalcanzable. Respira, llena de aire sus cauces, llena de semillas el aire, llena de brotes el azul, la expectativa del árbol que todavía no es blanco para la eternidad.

Dice que un rayo le mostró el camino. Y sucedió en su propio interior, y así fue fuego y abandonó la condición de piedra. El muro de piedra se incendió. Poderoso, se desmoronó. Y emergió en los limos y llenó la arcilla de resplandor. Y con él prendió el primer paso de la danza. He aquí la danza de la vida en los marjales. He aquí la danza en las copas de los árboles. He aquí la ascensión de la energía que se desplaza en condensaciones.

Dice que llenó sus cánticos de hachas, pues pugna es la de la luz por ocupar el puesto de la sombra en el aire; pugna es la de la lluvia por desprenderse de la nube hasta alcanzar el no ser para ser con la tierra; pugna la del ardor de la semilla por estallar en la rosa.

Todos los campos se llenan de rosas silvestres, todos los ríos de las palabras no pronunciadas, todas las rocas del vuelo de los halcones y del rielar de los astros. La estrella muerta resucita en la sangre y desde esta en la tierra que germina.

Dice que se disfrazó de Naturaleza pues es un disfraz cuanto acontece: la carne para los huesos, la vida para la muerte, la muerte para la vida... Todos los colores huyen del negro, debatiéndose hacia las constelaciones, todos los silencios huyen de la alberca de lo ignoto paciente y desbordado. Y el vacío se llena ya de vibraciones.

Dice que muere y el aire son bodas y amapolas. Y la muerte es un anillo sin fin, su oro el sol que funde los glaciares, que enciende la visión en el desierto y sin cesar nos alimenta.

Y dice que reverdece como el tiempo, y que de nuestro rostro hemos hecho el hermano de la hierba.

(en Adonis: un poète dans le monde d'aujourd'hui, 1950-2000, Paris Institut du monde arabe, 2000.)