8.7.12

Camaleón


Todo resulta acuciado por la prisa.
No hay espacio ni tiempo,
no sólo que perder sino apenas que ganar.
El espacio y el tiempo parecen arrasados
por aquel deseo que nos invadía
al visitar sitios lúgubres en que la música
fastidiaba el biorritmo.
Parece que se ha desvanecido de nosotros
la ambición de hablar y hablar y hacer
que después de un par de copas
todos nos sintamos el centro de atención
estando completamente aislados del resto.
Creo que contra las predicciones
nunca pudimos lograr ser incoloros,
ni mudar de color solo de acuerdo con el del ambiente;
en domingos como éste,
suelo pensar que el cambio es una condición fisiológica
relacionada con la temperatura o la hora del día,
que el cambio ha llegado como una condición psicológica
provocada por la proximidad de un eventual adversario o pareja.
Pero por más que esto ocurre
muy adentro, no podemos ir contra natura
seguimos siendo las mismas personas.