Salí de Atocha buscando no arroparme más de agobio,
ya en mis oídos,
los planetas evocaban la figura de la niña Baobab,
para ocultarme en las glosas de la imagen
encendí un faro y en sus cenizas floreció la suerte:
25 escudos de euro me gritaron desde el suelo
[cuan placentero puede ser desperdiciar el tiempo]