28.9.05

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Milonga del ángel
Diego José

Me gusta imaginar que sufre,
porque su paso displicente es quebradizo,
como si cargara la humedad de un lirio.

Desconozco el sitio donde duerme, la gruta
donde acaso se transforma en fauno envejecido.

Me duele suponer que un ángel desdichado
va por las calles buscando su armazón de cisne.

Y está parado bajo el arco de un portal en ruinas
como un roto bandoneón que tiembla.

Me duele el barrio cuando se prenden las farolas
y veo su figura cabizbaja.

Me gusta imaginar que un día tuvo miembros
de caballo
o cerviz y cornamenta taurina.

Que cenizos pájaros nacen con su muerte
y que el eco de su voz seduce a los narcisos.

Me gusta imaginar que sufre,
tan distante
que nadie se fija que sobrevive mutilado.

Por eso bebe malgastando lo que le queda de cisne
y se jacta del atrevimiento de un día
en la edad en que desafiar al sol fue divertido.

No más los áureos rizos
ni los pálidos lotos en su frente,
está solo, sucio, algo gris,
harto de mirar el falso destello
en el charco del desconsuelo.

Ni siquiera el amor propio podría salvarle.

Mira largo y piensa,
cómo es posible
viajar en subterráneo cuando se ha vivido
en las alturas.